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El COVID19 llegó sin apenas aviso y en sólo 2 meses ha logrado modificar lo que en circunstancias normales llevaría años o incluso décadas plantear. Desde Impact Hub Barcelona esta crisis nos ha servido, y mucho, puesto que se presentó pocos días antes de nuestra apertura y, por ende, nos obligó a sentarnos a recapacitar sobre la manera en la que debemos abrir nuestro coworking de impacto en el barcelonés distrito del 22@. Nos preguntamos entonces si el virus había cambiado la manera en la que trabajamos y, en consecuencia, si afectaría a nuestro futuro Hub. Para ello salimos a entrevistar a expertos en la materia y, la respuesta principal a esa pregunta es que la cuestión está mal formulada: no hemos cambiado la manera en la que trabajamos, el virus nos ha cambiado a nosotros mismos.

 No es teletrabajo, es gestión de crisis a distancia

Como señala Enric Badia, director de capital humano en Banco Sabadell: “No nos engañemos, actualmente no estamos teletrabajando: estamos haciendo una gestión a distancia de la crisis”. Señalan la Luna y miramos el dedo. En el fondo no es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. Hace dos meses muchas empresas se vieron abocadas a aceptar el trabajo desde casa frente a la amenaza del parón total de su actividad y esto se hizo sin planificación alguna. Pero a los pocos días, muchas de ellas comenzaron a trasladar características del trabajo en oficina tradicional al ámbito del hogar: fichar al abrir y cerrar el ordenador portátil o trabajar en horario de oficina pese a no estar en ella son sólo algunos de los vicios trasladados a nuestros salones y cocinas.

Albert Cañigueral, director de OuiShare, una organización que lleva el teletrabajo en las venas, explica que este “comporta una serie de máximas que se podrían resumir en trabajar cuando quieras, desde donde quieras, hacerlo -sin embargo- en sincronía con los objetivos del equipo y, lo más importante de todo, estableciendo una relación de confianza a priori”.

Esta última característica es clave y, normalmente, suele ser la barrera más difícil de asimilar y vencer en muchas compañías. Si le damos la vuelta quizás se visualice mejor: el concepto de calentar la silla no es nuevo, la novedad que ha traído esta crisis es que muchas empresas han “valorizado” esa silla, es decir, le han puesto un precio (alquiler, mobiliario, electricidad, conexión a internet, agua, reparaciones, y un largo etc.) y muchas de ellas  finalmente han comprobado que no es necesaria y que, además, sale muy cara.

Todavía tenemos mucho recorrido por hacer. En el último informe del Banco de España sobre el teletrabajo, se calcula que un 8,3% de la población activa trabaja ocasionalmente desde su residencia y solo un 4,9% más de la mitad de su jornada; pero se estima que según las características de cada ocupación, se podría llegar hasta el 30%.

Las empresas líquidas serán las más resilientes al COVID19

¿Es posible trabajar sin un espacio físico y, como dice Cañigueral, hacerlo en sincronía con el equipo y con objetivos comunes? La respuesta está quizá en la propia génesis o manera de entender la empresa: el sociólogo Zygmunt Bauman, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, fue quién nos habló por primera vez de la modernidad líquida, un concepto en el que todo el contexto es cambiante de una manera siempre continua. Según la especialista en Millennials y Employer Branding, Ana Sarmiento, “la empresa líquida es aquella que sabe dar respuesta y adaptarse al actual modelo de sociedad en la que las condiciones de actuación cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en hábitos y rutinas determinadas”. 

Aún está por ver qué empresas van a capear mejor esta crisis, pero estamos seguros que aquellas organizaciones más cercanas a esta definición serán las mejor posicionadas. Lo importante no es la tecnología que posibilita, ni siquiera el espacio que se ocupa; lo sustancial es el no contar con ello y pese a esto ser capaz de seguir operando. Y este concepto de resiliencia en pleno siglo XXI no puede ser mejor resumido que por nuestra compañera de Impact Hub Madrid, Nathalie Alvaray: “Las conexiones se reorganizan. Para mucha gente en el planeta, el trabajo ya no es un lugar, es una actividad o proyecto habilitada por una conexión a internet.

Luego de la epidemia, este no lugar, este espacio elástico digital será la normalidad y tenemos el reto de ayudar a estos nuevos knowmads para que aprendan a colaborar, pensar, crear y conectarse productivamente”. Esta reflexión nos ha hecho repensar todo el futuro del trabajo: la comunicación y trabajo en equipo es más necesaria que nunca y, la manera en la que interactuamos definirá el espacio en el que lo hacemos.

 El contacto humano en comunidad, en el centro de la recuperación

¿Entonces es el fin de los espacios de trabajo flexible o cowork? Nada más lejos de la verdad. Lo cierto es que la COVID-19 sólo ha acelerado un proceso que ya antes había sido una tendencia creciente durante la década anterior. Parafraseando a Enric Badia: “La gente necesitará el contacto humano y el sentido de comunidad será más necesario que nunca tras la pandemia”. Ese concepto tan de moda y definido antes como resiliencia encuentra su respuesta en la “empresa líquida”; pero cuando la situación trasciende de lo ordinario y ese líquido se congela y torna sólido por sorpresa, ese entorno del que nos hablaba Alvaray se vuelve imprescindible. 

Los hombres y mujeres de las cavernas ya entendieron hace mucho que vivir en comunidad aumenta las probabilidades de vida y longevidad. Ese concepto ha evolucionado a lo largo de miles de años en contratos sociales que nos impulsan a vivir en sociedad, fundar empresas o trabajar en equipo. En este sentido, tanto Cañigueral como Badia coinciden en que el futuro a esta crisis pasará por el establecimiento de modelos híbridos de trabajo: un teletrabajo que aporte flexibilidad y conciliación al trabajador y una orientación a resultados a la empresa; y, por otro lado, un espacio de encuentro, de conexión humana, que permita trabajar en comunidad cuando se requiera.

Se me vienen a la cabeza cientos de canicas que ruedan velozmente por el suelo en todas direcciones pero que puedan volver juntas a su bolsa cuando necesiten hacerlo, para coordinarse, expandiéndose y contrayéndose, una y otra vez, las veces que quieran. Esa bolsa serán espacios como Impact Hub Barcelona, y sus canicas los miembros que, juntos, conformarán una comunidad con todas las ventajas de resiliencia que ello otorga. 

Las implicaciones que esto tiene conllevan asimismo un impacto transversal en otras capas y esferas sociales; desde cuestiones más obvias en torno a la conciliación y la familia, hasta reducciones considerables del Co2 por transporte, pasando por cambios demográficos -reducción de la brecha campo-ciudad, deslocalización hacia lo rural, etc.-.

La crisis como oportunidad para crear impacto

La crisis del coronavirus ha sido sin duda un varapalo importante para nuestros modelos sociales. Sin embargo, su repentina irrupción abre un periodo de cambios que, bien orientados, podrían abordar en positivo muchos de los desafíos que como planeta estábamos y -no lo olvidemos- seguimos afrontando. Impact Hub Barcelona será en este contexto el espacio en el que las diferentes vías convergen en un solo punto central, es el centro de la Y griega: un espacio común que construya comunidad y que posibilite modos de trabajo híbridos que faciliten la vida tanto a las empresas como a las personas, fomentando además modelos de negocio con impacto positivo que conviertan esta crisis en oportunidad para construir de nuevo y de otro modo. Una ocasión sin igual para transicionar hacia un mundo más sostenible, equilibrado, consciente y justo.